Remedios olvidados: La corteza de saúco y su oleato.

Estoy segura de que muchos de vosotros conocéis al saúco y usáis sus flores, incluso sus bayas, pero no su corteza. Hoy quiero hablaros de esta parte menos usada, su corteza.

Al saúco (Sambucus nigra) también se le llama sabuco o canillero. Antiguamente, este arbusto, estaba muy cerca de los pueblos y de nuestras vidas, en muchas ocasiones se plantaba en las casas o huertas. Para que nos hagamos una idea, al igual que el laurel, se decía que tener un saúco cerca de casa daba salud a toda la familia.

Por desgracia, por diversos motivos, cada vez hay menos saúcos por ello en muchas comunidades autónomas están protegidos o son de interés especial.

La fitoterapia y el saúco

En fitoterapia se usan sus flores y sus frutos (pero no sus semillas). Cada parte tiene unas propiedades diferentes, por ejemplo sus flores se usan para estimular la sudoración y así ayudar a bajar la fiebre, sin embargo sus bayas son inmunoestimulantes y tienen actividad frente a la gripe y catarro. Cada parte tiene unos principios activos y unas propiedades diferentes.

Es importante saber que hace muchos años también se usaban sus hojas y corteza. Pero se detectó que estas partes del saúco tenían una gran cantidad de sambunigrina (glucósido cianhídrico). Esta sustancia se transforma en ácido cianhídrico, lo que en otras palabras nosotros conocemos como cianuro, una sustancia muy tóxica y letal.

Las semillas de las bayas y en las bayas inmaduras también contienen una pequeña cantidad de sambunigrina, por este motivo se dice que hay que quitar las semillas y usar solo las bayas que estén maduras de color azul negruzco. Por ello, cuando hagamos alguna receta como jarabes, jaleas o mermeladas, siempre debemos usar las bayas bien maduras y quitar las semillas, no debemos ingerirlas (para eliminarlas podemos ayudarnos de un pasapuré, una bolsa de bebidas de alimentos o similar.)

No confundirlo con el yezgo

En este artículo estoy hablando del Sambucus nigra, no del yezgo (Sambucus ebulus).

Las dos especies pertenecen al mismo género “Sambucus“. Pero el yezgo entero es una planta tóxica, cualquier parte de ella, tanto flores, bayas como sus hojas o tallos.

Si nos fijamos bien, podemos diferenciar fácilmente el yezgo de un saúco. Las diferencias más importantes son que el yezgo no tiene tronco leñoso. Es una herbácea no un arbusto, como en el caso del saúco, y sus flores, aunque son blancas, sus estambres son morados.

La corteza del saúco

Como os acabo de contar, la corteza de saúco tiene sambunigrina al igual que sus hojas, por esto no debemos consumirla de forma interna.

Sin embargo si podemos usar la corteza para realizar oleatos y usarlo de forma externa.

De forma tradicional, sobre todo en el norte de la península, se ha usado su oleato para tratar rasguños, heridas, quemaduras leves, golpes e incluso dolores reumáticos.

Con su oleato podemos hacer un buen ungüento para cuidar de nuestras manos dañadas por el frío o para aliviar dolores, además lo podemos combinar con otros oleatos según nuestra necesidad, por ejemplo, oleato de hipérico o de laurel.

La receta en vídeo

Oleato de corteza de saúco

Aunque os hable sobre como usar la corteza del saúco, deciros que solo debemos usarla si nos hemos encontrado alguna ramita caída por un vendaval, porque hemos tenido que podar con mucho amor el saúco o por algún motivo similar.

Nunca debemos de recolectarla porque si, ya que el saúco es un arbusto protegido y tenemos la posibilidad de sustituirlo por otras plantas como caléndula, hipérico o árnica en nuestras formulaciones.

El oleato con su corteza es algo especial y tiene una peculiaridad, aquí os lo explico:

Ingredientes:

• Ramas de saúco. Las ramas deben ser jóvenes, de 1 a 2 años.
• Aceite de oliva virgen extra o aceite de girasol eco.

elaboración:

1. Se recolecta la corteza.
2. Se pela con cuidado, pues necesitamos la segunda corteza (tenemos que llegar al grosor del pulgar), hacemos unas peladuras.
3. Estas peladuras y las ponemos a calentar en un cazo junto a un buen aceite de girasol o de oliva.
4. Dejamos que se caliente bien a fuego bajo. Esto lo hacemos porque queremos que el calor abra la corteza y ayude a extraer sus principio activos. No debe hervir en ningún momento.
5. Pasado unos minutos, apagamos el fuego y envasamos el aceite y la corteza en un envase de vidrio bien limpio y seco.
6. Lo cerramos, lo guardamos en la alacena y dejamos que macere durante dos semanas como cualquier oleato más.
7. Se agita cada día o varias veces en semana.
8. Pasado las dos semanas, se filtra y se envasa en un bote de vidrio bien limpio y esterilizado.
9. Etiqueta bien el oleato y guárdalo en le alacena.

Con este oleato podemos hacer muy buenas formulaciones, en el próximo artículo voy a daros una de mis preferidas. ¡Nos vemos en dos semanas!