
¿Te imaginas llevar una vida medio nómada, viajando a través de bosques, caminos y montañas, recogiendo hierbas y preparando remedios para venderlos en casas y pueblos muy alejados del tuyo?
Esto es lo que hacían las trementinaires, unas mujeres que habitaban el valle de La Vansa i Tuixent, en la montaña del Cadí.
TREMENTINAIRES

Cada año se organizaban dos viajes de este tipo que llevaban a un par de mujeres, o muy pocas veces algún hombre, a «anar pel món», literalmente ir por el mundo.
Su mundo era tan amplio como sus piernas se lo permitieran; desde las montañas del Cadí se extendía hacia el sur y muy raramente llegaban a la costa. Probablemente ninguna de ellas hubiera visto el mar.
El último de estos viajes se realizó en 1984. Y entonces un velo de silencio cayó sobre las trementinaires.
Nadie hablaba de ellas, como si no hubieran existido, porque para los locales ser trementinaire significaba ser pobre, que la familia no tenía suficientes medios para mantenerse y que por eso debía enviar a sus mujeres a vender hierbas para recaudar algún dinero.
Las familias ricas no enviaban a sus mujeres a tales viajes, peligrosos e inciertos. Si las trementinaires podían gozar de más libertad de movimiento que muchas de sus compatriotas de mejor cuna, era solamente porque gozaban de menos libertad económica y las necesidades había que cubrirlas sí o sí.
En 1998 se inauguró en Tuixent un museo dedicado a ellas y todo cambió (os dejo su link aquí). A partir de entonces las trementinaires dejaron de estar algo menos que ignoradas a considerarse dignas de recordar.
En la actualidad ningún descendiente se avergüenza de haber tenido alguna trementinaire entre sus abuelas o sus tías.
¿DOS MUJERES SOLAS POR EL CAMPO?

Para que luego digan que la gente de pueblo no es moderna. Aunque ya sabemos que esta circunstancia era fruto de la necesidad, no deja de sorprender que dos mujeres se ausentaran de casa hasta por cuatro meses y vagaran solas sin la protección de ningún hombre, por montañas, valles y campos.
La mejor estrategia consistía en emparejar una mujer mayor, la experta, con una mujer joven, que haría las veces de aprendiz y pondría el vigor que le faltara a la anterior. Cuando esto no era posible, por falta de la una o de la otra, entonces se tiraba con lo que se tuviera.
Los viajes se realizaban en otoño, invierno y algo de la primavera, cuando las labores del campo requerían menos esfuerzo y podía prescindirse de «personal».
No había otra; viviendo en pueblos diminutos, incomunicados en invierno, sin otra actividad que la ganadera o la agrícola de subsistencia, si la familia quería zapatos, azúcar o sal, por ejemplo, se necesitaba un dinero que no había manera de conseguir entre montañas, a menos claro que tuvieras mucho ganado o muchas tierras.
Aunque los viajes siempre podían dar alguna sorpresa o algún susto, en realidad estaban muy bien preparados, ya que apenas nunca dormían al raso, sino que se cobijaban en casas amigas que ya las esperaban para adquirir sus productos.
¿Y cuáles eran estos productos? Por supuesto hierbas y también aceites y… trementina.
TRAIGO TREMENTINA DE LA BUENA

Las trementinaires traían plantas secas recogidas en primavera o verano de las montañas donde vivían, plantas como oreja de oso (Ramonda myconi) para las infecciones pulmonares o la corona de rey (Saxifraga longifolia) para asuntos femeninos.
También plantas más comunes como hisopo (Hyssopus officinalis), tomillo (Thymus vulgaris) o agrimonia (Agrimonia eupatoria).
Otro tipo de preparado que elaboraban y vendían eran los aceites:

Autor: Luis Fernández García Fuente: wikipedia.org
La miera:
Uno de ellos era el aceite de enebro, la miera, que es un aceite extraído de las raíces y el tronco del enebro sometidos a calor en hornos improvisados especiales para tal fin; este aceite era muy antiséptico y tenía multitud de usos.
El aceite de lagarto:
Otro más curioso pero que tenía gran demanda era el aceite de lagarto, que consistía en una lagartija sumergida en aceite durante al menos una semana y se decía útil para el tifus, lo cual no era nada baladí puesto que el tifus azotó gran parte de todas esas zonas hasta entrado el siglo XX.
La pega negra:
También vendían la pega negra, hecha con madera de pino y luego se la mezclaba con aceite, cera o incluso aguarrás para hacerla algo más blanda.
El resultado era un tipo de pez que se usaba para trabajos de construcción o para inmovilizar las patas dislocadas del ganado. Se dice que era de gran utilidad para sacar los pequeños pinchos que se clavaban en la piel.

Fuente: wikipedia.org
La trementina:
El preparado que les dio nombre fue la trementina, que preparaban a partir de la resina del pino rojo tan abundante en sus lugares de origen.
Esta resina se destilaba dando origen a dos productos: la esencia de trementina o aguarrás y la colofonia o pega griega.
Con la esencia de trementina elaboraban pomadas y ungüentos para poder ser aplicados sobre la piel. La trementina era usada como desinfectante, desparasitante, tanto en personas como en animales. En catarros, gripes, tifus y afecciones pulmonares se usaba sobre el pecho y espalda.
Solían vender toda su mercancía porque la mayoría eran clientes recurrentes que les compraban lo mismo cada año. Si al salir de casa iban cargadas con más de 20 kilos, al volver podían hacerlo con más ligereza pero con mayor temor a que alguien les robara el dinero que tanto les había costado juntar.
EL RECUERDO QUE PERDURA
Las trementinaires no dejaron nada escrito. Toda la transmisión era oral de madres a hijas o de abuelas a nietas. No nos han quedado recetas de sus preparaciones, aunque sabemos que la trementina, por ejemplo, cada cual la preparaba a su manera, variando proporciones, incluyendo otros ingredientes. Algunas preparaban una trementina mezclando algo de colofonia mientras otras no.
Muy raramente fueron acusadas de brujería, al menos que se sepa. Hay conocimiento de una acusación en el 1653, lo que nos permite conocer la existencia de las trementinaires al menos desde mediados del siglo XVII.
Quizás ellas no escribieron nada, probablemente no supieran ni leer ni escribir, pero dejaron un legado escrito en el paisaje.
Cualquiera que visite el pueblo de Tuixent y se pasee por sus alrededores comprenderá que los árboles, arbustos y hierbas que crecen en sus laderas han sido modelados durante años por el cariño y la necesidad de unas manos femeninas que pusieron en ellos la esperanza que ni el rebaño ni los cultivos podían darles.
Como sé que las trementinaires son un tema muy interesante, estoy segura de que este artículo os habrá sabido a poco. Os recomiendo ver un episodio que el programa de RTVE 2 «El escarabajo verde» les dedicó hace unos años—os dejo aquí un enlace al programa.
Espero que hayáis disfrutado del artículo 🙂 Para seguir con la lectura, os recomiendo nuestro artículo Oximiel rico en vitamina C, que continúa con nuestra tradición de recolección otoñal. Para verlo, pincha aquí.



Muchísimas gracias por compartir tanta sabiduría!
Me ha gustado mucho el reportaje.
Gracias
Buenos días, Gracias por el artículo.
Hace dos años visité la feria de hierbas «Feria Remeiart es la gran feria de los conocimientos de las hierbas medicinales, que se celebra anualmente desde el año 2011 en Santa Margarida i els Monjos a principios de Julio». Tiene lugar en torno a un castillo. El lugar ya parece especial sobre una colina que observa el valle lleno de viñedos. Allí las trementinairas impartieron un taller para hacer el ungüento de trementina y usaron resina de pino tal cual (sin destilar), convertida en polvo con mortero y puesta poco a poco en el aceite de oliva que tenían al baño maría. Una vez disuelta la sacaban y la colaban. El resultado lo volvían a poner al baño maría para añadirle la cera de abeja. Saludos
Disculpas, la fecha es a principios de Junio! Saludos